lunes, 26 de julio de 2010

RAZONES PARA LA ALEGRÍA



Siempre me ha llamado la atención el hecho de que mientras la Palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento, nos está invitando continuamente a la alegría, a veces en los ambientes religiosos damos la impresión de ser gente extremadamente circunspecta y tiesa, por no decir incluso aburrida.

Por eso cuando estaba adolescente pensaba que todo lo divertido pasaba o fuera del aula, o fuera de la Iglesia. Precisamente, una de las cosas que me “enganchó” cuando era joven en el grupo de oración, fue percibir en aquellos cristianos una alegría radiante, contagiosa, que hacia creíble para mí la presencia salvadora del Resucitado.

Quizás una de las sanaciones más fuertes que puede regalarnos el Señor es liberarnos de un montón de tristezas, nuevas y viejas, que muchos cargamos a cuestas como un fardo, y recibir el don precioso de la alegría, que recrea y hace fuerte el corazón de las personas: “No estén tristes: la alegría del Señor es la fortaleza de ustedes” (Neh. 8, 10)

EL GOZO DE CRISTOLa alegría cristiana va más allá de una simple actitud positiva, por más recomendable que pueda ser esta, o de un mero optimismo, con todo lo benéfico que puede ser para el caminar por la vida. El gozo en el Señor es un don del Espíritu Santo, una gracia prometida para los tiempos mesiánicos, nacido del misterio de la cruz y de la Resurrección, y que Jesús derrama en abundancia sobre su pueblo “como ríos de agua viva,…” (Jn. 7,38)

Saborear el gozo de Cristo en nuestros corazones no nos libra de los problemas, grandes o pequeños, que tenemos que enfrentar en el curso de nuestra existencia. No es una actitud ingenua frente a las dificultades. Los cristianos somos gente realista y responsable llamada a plantar cara a las cosas, pues no hemos recibido un espíritu de timidez, “sino de fortaleza, de amor y de buen juicio” (2Tim 1,7)

Saborear el gozo de Cristo tampoco se reduce a una emoción pasajera, un momento de fervor espiritual que nos hace sentir particularmente contentos y que, emoción al fin, se evapora con los días. Aunque haya circunstancias en que experimentamos más intensamente la alegría de Dios en nosotros, esta se mantiene en lo profundo de nosotros mismos, como una fortaleza interior, un escudo de paz, una convicción de fe y confianza, que alimentamos cotidianamente cuando oramos, leemos la Palabra, recibimos los sacramentos, y vivimos en el día a día las palabras del Evangelio.

Saborear el gozo de Cristo es fruto de la acción de Jesucristo, por su Espíritu Santo, en lo más hondo de nosotros mismos:

* Es la alegría de sentirse perdonado y “tocado” por la misericordia, libre de cadenas de culpas y autorecriminaciones que nos aplastan y entristecen.

* Es la alegría de entregar nuestras cargas, nuestros agobios y preocupaciones en manos de Cristo, y de tomar el yugo “suave y ligero” del Señor (Mt. 11, 28-30).

* Es la alegría de tener a Cristo por compañero y amigo con quien nos andamos de continuo, sanando nuestra soledad y caminando con nosotros.

* Es la alegría que nace de la fe, de la confianza en sus promesas, de qué cuánto pidamos al Padre en su nombre nos será dado (Jn. 14,13).

* Es la alegría de saber que en todas las cosas interviene el Señor para nuestro mayor bien (Rom. 8,28); que Dios, que alimenta a las aves del cielo y viste a los lirios del campo, nos socorre en todas nuestras necesidades (Lc. 12, 22-31).

* Es la alegría de pertenecer a la comunidad cristiana, de compartir con los hermanos y hermanas en la fe, de apoyarnos mutuamente en el seguimiento a Jesús (Hch 2, 42-47).

* Es la alegría de sentirse llamados personalmente por el Señor a seguirle, a ser sus colaboradores en el proyecto del Reino de Dios (Jn. 15, 16-17)

* Es la alegría prometida a los que trabajan por el bien de sus hermanos, a los que buscan la justicia, se liberan de la atadura de su individualismo, practican el mandamiento nuevo del amor, y hacen el bien a todos cuanto pueden, porque como prometió el propio Jesús en la última cena “Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen” (Jn. 13,17)

EMBAJADORES DE LA ALEGRÍA

Esta buena noticia de la alegría debería ser una invitación a que nos convirtamos en embajadores de la alegría, allí en el ambiente donde nos movemos, en nuestra propia circunstancia de vida. Alguna vez me ha tocado la suerte de convivir, con algunos de estos “ministros” escondidos del buen humor, embajadores de la alegría, gente abierta, sin rigideces, que allí por donde andan van contagiando su buen ánimo, de sonrisa campechana, fraternales, comunicativos,…Vivamos también nuestra condición de “embajadores” con sencillez, sin grandes discursos, basta a veces una palabrita amable que digamos, una sonrisa, un abrazo, una frase de aliento, o de esperanza, dicha como si tal cosa, un pequeño servicio a los otros,…porque la alegría tiene esto: que crece siempre que la compartimos con los demás.

A tono con la reflexión que he querido compartir con ustedes, les traigo el libro de José Luis Martín Descalzo: “Razones para la alegría”, que en su sencillez va desgranando capítulo a capítulo las motivaciones que van fortaleciendo en nosotros la alegría, como un don que compartimos con los demás, y que va configurando nuestra vida.

2 comentarios:

  1. que bueno gracias por recordarnoslo es una gran verdad, un abrazo

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  2. Saludos
    Amigo estoy buscando este libro(Razones para la Alegría), misión imposible hasta la fecha, sabes donde lo puedo encontrar aca en Venezuela, no importa si es usado. Gracias

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