Cae la noche de febrero, y los fríos de Granadilla bajan de sus alturas, y se dan sus vueltas, tomados de la mano, por estas calles desabrigadas de San Isidro.
He aquí que un vídeo sobre la creatividad conjura este pelete nocturno. Yo me veo en él, en sus colores, en sus verbos, directos, provocadores,...en su mirada,... la sangre hierve, y regreso inopinadamente a mi particular mayo francés.
Frente a tanto intento homogeneizador, tanto representación estereotipada del mundo de la vida, tanta letra muerta, gélida, marchita, estandarizada,...yo reclamo mi soberano derecho a romper a pedradas los conceptos, a manchar de chocolate mi camisa, a repartir poemas en la parada de la guagua.
Una educación que no enseñe a ser creativos, que no haga de la creatividad su mayor fuente de gozo, es repetición de lo mismo, justificación ideológica de lo dado y establecido, no reinventa al hombre y a la mujer, no cambia la historia,...
La creatividad, el don divino confiado a la humanidad entera, en su diversidad y belleza, creadores y co-creadores con el Dios de la vida, participes de su mismo ser creativo y juguetón, en la aventura de descubrir y transformar el entramado de cuanto existe.
Ahora la creatividad ha dejado de ser un asunto de educadores, ahora la creatividad se ha convertido en el monopolio de los mercados y la listeza de una publicidad que recurre groseramente a mi inconsciente para condicionar mis deseos y destapar la cañería de mis necesidades ficticias. Mira cuanta inventiva exhiben, mira como se muestran tan competentes en el arte de entontecer la conciencia de los jóvenes, para que sean los consumidores perfectos, acríticos, adaptado, sumisos, indolentes,...
Yo, maestro, he hecho una apuesta por hacer estallar la marca original y única que palpita en todo corazón humano, porque para mi educar es, sencillamente, personalizar.
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