En ciertas circunstancias difíciles de mi vida, la parábola de la viuda inoportuna y el juez impío (Lc. 18, 1-8), ha inspirado y sostenido mi camino.
Sí, lo reconozco, a veces me siento delante del Señor igual que la vieja majadera del Evangelio, vuelvo una y otra vez a presentar mis mismas peticiones ante el trono de Dios, insisto, hoy, mañana, y pasado mañana, busco la intercesión de la Virgen María, y venga, otra vez, vuelvo a confiarle mi preocupación, con la esperanza de adelantar la hora de su bendición, como hizo Nuestra Señora en Caná de Galilea, y, hago un acto de fe dando gracias como si ya hubiera sido atendido, aunque humanamente hablando nada parece haber cambiado,…
Sí, es cierto, igualito que el juez de la parábola, a veces Dios parece darle largas al asunto nuestro. Por eso la oración perseverante es, sobre todo, una batalla de fe y de paciencia, un arrojarnos en los brazos de la misericordia y el poder de Dios,…y esperar.
Cuando empezamos a orar por una intención o necesidad, y perseveramos en nuestra demanda delante del dador de todo bien, tarde o temprano somos atendidos. Dios nunca nos defrauda, eso es imposible para Él. Además, empiezan a suceder muchas cosas, lo sé por experiencia.
Cuando oras con perseverancia elevas tu mirada a Cristo, te centras en Cristo, y la carga del problema o la angustia que te agobia se alivia, porque el Señor toma tus cargas, con la bondad y mansedumbre de su amor por ti.
Cuando oras con perseverancia, el Señor te da una nueva luz para comprender tu problema, a lo mejor sí existe una solución, por muy complicada que parezca la situación. La oración es siempre fuente de luz, transforma tu visión de las cosas, y renueva tu mente.
Cuando oras con perseverancia, el Señor te da la fortaleza que necesitas para llevar esa cruz que te resulta tan pesada y agobiante.
Cuando oras con perseverancia, se acrecienta tu esperanza y tu confianza en el amor providencial de Dios, aprendes a tener paciencia para aceptar su voluntad con la paz de saber que estas en sus manos. Todas las circunstancias de tu vida responden al deseo que el Señor tiene de bendecirte, de convertirte en testigo de su amor, en canal de bendición y gracia para los demás.
Cuando oras con perseverancia, creces en humildad, pues reconoces tu pobreza delante de Dios,… y es que dependemos de Él, no nos apoyamos en nuestros propios meritos para merecer ser atendidos. Somos escuchados porque Dios es un Padre, y Jesús insistió tanto en esto, nos dijo que buscáramos, que tocáramos a la puerta, que llamáramos,…
Cuando oras con perseverancia, con santa audacia, como los niños y niñas pequeños, y sencillamente, confías e insistes, el Señor dispone tu corazón para actuar conforme a sus planes.
Pero sobre todo, cuando oras con perseverancia se ejercita tu fe, que es adhesión a la persona de Cristo, confianza en su amor, esperanza en su fidelidad y gracia. Una fe más preciosa que el oro, acrisolado en el horno de la tribulación
Sí, no abandonemos la lucha, pues la oración perseverante, unida a la acción de gracias, cuando es inspirada y sostenida por la gracia del Espíritu Santo, es la mayor fuerza de que dispone un obrero cristiano, y fuente inagotable de inmensas bendiciones para toda la humanidad.
Para animarnos en este camino de la oración, aquí les ofrezco este sencillo libro, Como orar, de R. A. Torrey, con ideas y motivaciones interesantes, basadas en las enseñanzas de la Palabra de Dios, para iniciarnos y profundizar en la relación con el Señor.
Sí, lo reconozco, a veces me siento delante del Señor igual que la vieja majadera del Evangelio, vuelvo una y otra vez a presentar mis mismas peticiones ante el trono de Dios, insisto, hoy, mañana, y pasado mañana, busco la intercesión de la Virgen María, y venga, otra vez, vuelvo a confiarle mi preocupación, con la esperanza de adelantar la hora de su bendición, como hizo Nuestra Señora en Caná de Galilea, y, hago un acto de fe dando gracias como si ya hubiera sido atendido, aunque humanamente hablando nada parece haber cambiado,…
Sí, es cierto, igualito que el juez de la parábola, a veces Dios parece darle largas al asunto nuestro. Por eso la oración perseverante es, sobre todo, una batalla de fe y de paciencia, un arrojarnos en los brazos de la misericordia y el poder de Dios,…y esperar.
Cuando empezamos a orar por una intención o necesidad, y perseveramos en nuestra demanda delante del dador de todo bien, tarde o temprano somos atendidos. Dios nunca nos defrauda, eso es imposible para Él. Además, empiezan a suceder muchas cosas, lo sé por experiencia.
Cuando oras con perseverancia elevas tu mirada a Cristo, te centras en Cristo, y la carga del problema o la angustia que te agobia se alivia, porque el Señor toma tus cargas, con la bondad y mansedumbre de su amor por ti.
Cuando oras con perseverancia, el Señor te da una nueva luz para comprender tu problema, a lo mejor sí existe una solución, por muy complicada que parezca la situación. La oración es siempre fuente de luz, transforma tu visión de las cosas, y renueva tu mente.
Cuando oras con perseverancia, el Señor te da la fortaleza que necesitas para llevar esa cruz que te resulta tan pesada y agobiante.
Cuando oras con perseverancia, se acrecienta tu esperanza y tu confianza en el amor providencial de Dios, aprendes a tener paciencia para aceptar su voluntad con la paz de saber que estas en sus manos. Todas las circunstancias de tu vida responden al deseo que el Señor tiene de bendecirte, de convertirte en testigo de su amor, en canal de bendición y gracia para los demás.
Cuando oras con perseverancia, creces en humildad, pues reconoces tu pobreza delante de Dios,… y es que dependemos de Él, no nos apoyamos en nuestros propios meritos para merecer ser atendidos. Somos escuchados porque Dios es un Padre, y Jesús insistió tanto en esto, nos dijo que buscáramos, que tocáramos a la puerta, que llamáramos,…
Cuando oras con perseverancia, con santa audacia, como los niños y niñas pequeños, y sencillamente, confías e insistes, el Señor dispone tu corazón para actuar conforme a sus planes.
Pero sobre todo, cuando oras con perseverancia se ejercita tu fe, que es adhesión a la persona de Cristo, confianza en su amor, esperanza en su fidelidad y gracia. Una fe más preciosa que el oro, acrisolado en el horno de la tribulación
Sí, no abandonemos la lucha, pues la oración perseverante, unida a la acción de gracias, cuando es inspirada y sostenida por la gracia del Espíritu Santo, es la mayor fuerza de que dispone un obrero cristiano, y fuente inagotable de inmensas bendiciones para toda la humanidad.
Para animarnos en este camino de la oración, aquí les ofrezco este sencillo libro, Como orar, de R. A. Torrey, con ideas y motivaciones interesantes, basadas en las enseñanzas de la Palabra de Dios, para iniciarnos y profundizar en la relación con el Señor.
COMO ORAR : DESCARGAR
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