Degeneration, una canción del grupo musical canadiense “Mec Aïeux”, nos habla del proceso vivido en los últimas generaciones en relación a algunos valores como la familia o la tierra, particularmente en los países del llamado “primer mundo”.
Llama la atención el tono profético y juvenil del canto, la fuerza de su denuncia, reclamando una vuelta a ciertos valores humanos básicos, que hemos dejado aparcados en el camino, seducidos por la quimera del bienestar y la ideología del individualismo egoísta.
Nos hemos separado de la tierra madre, y hemos optado por vivir en ciudades de encierro y desarraigo, donde hemos perdido el sentido tan humano de vivir en comunidad.
Nuestras familias se han reducido dramáticamente, y ya no disfrutamos de la experiencia de crecer y convivir en grupos inter-generacionales: jóvenes, niños y niñas, abuelos y abuelas, padres, amigos y vecinos. En muchos lugares nos hemos perdido la alegría de bailar juntos en familia.
Entre tanto, en nuestras colmenas humanas, atrapados con frecuencia en tareas repetitivas para ganarnos el pan, postergando la tarea urgente de ser felices para las dos semanas de vacaciones que disfrutamos en el año, o para cuando alcancemos la jubilación, no es de extrañar que suframos el mal endémico de la depresión, y que en medio de la masa, tantos y tantas vivan en soledad.
Escapemos de esta trampa, vivamos un proyecto de vida que sea auténticamente alternativo frente al modelo social dominante, que en nuestro modo de vivir diario estén presentes los otros y las otras, seamos un canal abierto de solidaridad y amistad, de encuentro y humanización, allí donde nos encontremos, en el trabajo, en la universidad, en nuestro propio edificio.
La salvación cristiana es una experiencia esencialmente comunitaria, una gracia y una invitación a vivir a fondo nuestra humanidad, salir del cercado muro de nuestros estrechos intereses, abrir las alambradas, para abrazar a las personas, para crear puentes, abiertos al don de la vida, al trabajo por el bien y la dignidad de los hombres y las mujeres con quienes convivimos, pues todos somos, verdaderamente, hermanos y hermanas.
Llama la atención el tono profético y juvenil del canto, la fuerza de su denuncia, reclamando una vuelta a ciertos valores humanos básicos, que hemos dejado aparcados en el camino, seducidos por la quimera del bienestar y la ideología del individualismo egoísta.
Nos hemos separado de la tierra madre, y hemos optado por vivir en ciudades de encierro y desarraigo, donde hemos perdido el sentido tan humano de vivir en comunidad.
Nuestras familias se han reducido dramáticamente, y ya no disfrutamos de la experiencia de crecer y convivir en grupos inter-generacionales: jóvenes, niños y niñas, abuelos y abuelas, padres, amigos y vecinos. En muchos lugares nos hemos perdido la alegría de bailar juntos en familia.
Entre tanto, en nuestras colmenas humanas, atrapados con frecuencia en tareas repetitivas para ganarnos el pan, postergando la tarea urgente de ser felices para las dos semanas de vacaciones que disfrutamos en el año, o para cuando alcancemos la jubilación, no es de extrañar que suframos el mal endémico de la depresión, y que en medio de la masa, tantos y tantas vivan en soledad.
Escapemos de esta trampa, vivamos un proyecto de vida que sea auténticamente alternativo frente al modelo social dominante, que en nuestro modo de vivir diario estén presentes los otros y las otras, seamos un canal abierto de solidaridad y amistad, de encuentro y humanización, allí donde nos encontremos, en el trabajo, en la universidad, en nuestro propio edificio.
La salvación cristiana es una experiencia esencialmente comunitaria, una gracia y una invitación a vivir a fondo nuestra humanidad, salir del cercado muro de nuestros estrechos intereses, abrir las alambradas, para abrazar a las personas, para crear puentes, abiertos al don de la vida, al trabajo por el bien y la dignidad de los hombres y las mujeres con quienes convivimos, pues todos somos, verdaderamente, hermanos y hermanas.
“¡Oh, qué bueno, qué dulce
habitar los hermanos todos juntos” (Salm. 133, 1)
habitar los hermanos todos juntos” (Salm. 133, 1)
me gustaria saber cual es la relacion entre esta cancion y el patrimonio material...gracias es para la escuela
ResponderEliminarHola, amigo o amiga, según yo lo entiendo de las generaciones anteriores a nosotros heredamos un patrimonio material, que ellos se han trabajado y que nosotros disfrutamos ¿sabemos valorarlo? ¿Es esa la herencia más importante? El fruto del trabajo humano pasa de generación en generación, sin embargo lo más importante de todo es el amor, la experiencia de sentirnos amados, esa es, sin duda, la mayor riqueza y el mejor patrimonio. Un saludo :)
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