Mi primera Biblia fue la Latinoamericana, y la compré a los 16 años, en 1981. Con ella di mis primeros pasos en la lectura de la Palabra de Dios, ella me servía de guía en los retiros de la renovación, oraba con ella, la subrayaba, ya sea con resaltador, con lápiz, ¡con lo que pillara!,… Ella iba siempre conmigo, metida en la mochila en medio de mi arsenal de joven estudiante: cuadernos, fotocopias, papelitos sueltos, libros, notas, y alguno que otro bolígrafo rodante al fondo,… los típicos que se esconden cuando más requieres sus servicios.
Como cabría esperar, a esta primera Biblia, que fui leyendo a ratos perdidos, en el metro, en la parroquia universitaria, en el autobús, en los pasillos de la cafetería, en mi habitación,...se le fueron desprendiendo las hojas, las tapas comenzaron a perder sus costuras, y lo que había subrayado en amarillo se superponía a otros subrayados en azul,... Además, las hojitas desprendidas terminaban arrugadas al fondo de la mochila, mezcladas con mis apuntes sobre sociología marxista, o en alguna tabla de estadística,…
En esta circunstancia decidí comprarme una Biblia nueva, y asesorado por otros, elegí la de Jerusalén. Eso fue a finales de 1983.
Esta Biblia, de mucho mayor tamaño que la primera, me ha acompañado desde esa fecha hasta el día de hoy. Es decir, ¡28 años!,… Claro, después de la primera experiencia, a esta segunda no le tocó sufrir los desmanes de mi trazo subrayador, y además, dado su volumen, rara vez sale de casa, por lo que la vida que ha llevado ha sido más sosegada que la de su hermanita mayor, y aunque a la zona correspondiente al Nuevo Testamento se le nota bastante el uso, su estado sigue siendo óptimo para la lectura y para la vida.
Ahora que la veo sobre mi escritorio, con un forro de cuero que abriga sus tapas desde 1988, no puedo menos que darme cuenta del significado especial que tiene mi querida Biblia de Jerusalén.
Con ella he alabado a Dios en momentos de alegría, he llorado en mis pruebas, he buscado protección en la hora de la tentación; ella ha sido mi luz en la oscuridad, me ha consolado con sus promesas, reprendido en mis infidelidades, cuestionado cuando yo creía saberlo todo; me ha levantado cuando he tropezado, y ha curado mis heridas interiores.
Ella me ha revelado más de mi mismo, como ser humano, que cualquier otro sesudo tratado que haya caído en mis manos: ella me dice: ¡tú eres hijo de Dios!, ¡Cristo ha muerto por tus pecados!, ¡vas a resucitar!, ¡la misericordia de Dios alcanza tu vida!, ¡los otros y las otras son tus hermanos y hermanas, quiérelos, perdónalos! …y yo me lo he creído de corazón, porque me lo dice Dios mismo a través de su Palabra escrita.
Ella me espera en esos períodos, alguna vez largos, en que he abandonado su lectura asidua, envuelto en mil asuntos, o entretenido en nimiedades, a veces en otras lecturas muy acordes a mis gustos humanos: ¡la buena literatura!, ¡la poesía!,…Y con todo, ninguna palabra humana cala mi corazón como la Palabra, ella me nombra y me llama por mi propio nombre, y siempre vuelvo, a veces con la difícil humildad de mi silencio frente a ella.
Pasan los años y me doy cuenta que ella, la Palabra de Dios, la Biblia, quiere tener una relación muy personal con nosotros, los renacidos en Cristo, su lectura transforma nuestra mente, obra el milagro de la nueva vida, nos sostiene en la lucha cotidiana, nos ayuda a vivir con sabiduría.
A través de ella conocemos a Jesucristo, presente por su Espíritu Santo en toda la Escritura.
Aunque para los cristianos tener y leer su Biblia es algo fundamental, me ha parecido interesante dejarles un enlace de descarga de la Biblia de Jerusalén, para que podamos leerla y estudiarla desde el propio ordenador.
Pidamos al Espíritu Santo que siembre en nosotros el atractivo por la lectura asidua de la Palabra del Señor, y que experimentemos sus frutos. Amén.
BIBLIA DE JERUSALÉN : DESCARGA
