viernes, 12 de octubre de 2012

Comienza el "Año de la Fe" : Panorama actual y tres desafíos



Esta tarde asistí a la Eucaristía en la Ermita de San Isidro, ubicada en el corazón de la ciudad donde vivo. Con ella, según las palabras del sacerdote, inaugurábamos en mi parroquia el Año de la Fe 2012-2013, un tiempo de gracia y bendición que dedicaremos a profundizar en la experiencia de ese don inmenso que hemos recibido: la fe cristiana.

Es para pensar que ahora, justo ahora, cuando en muchos ambientes está en cuestionamiento la idea misma de Dios, la Iglesia proponga dedicar todo un año a reflexionar sobre aquello que más parece desafiar la mentalidad contemporánea: la fe.

No es un secreto para nadie que a escala mundial, y particularmente en Europa, los secularismos a ultranza han pretendido excluir la experiencia cristiana del ámbito de la cultura actual.

Me ha tocado leer artículos de prensa, comentarios de intelectuales de oficio, que cuestionan la legitimidad racional de la creencia en Dios, por no hablar de la salvación en Jesucristo, y que en algunos casos hasta ridiculizan la experiencia de los creyentes como si perteneciera a un estadio infantil del desarrollo de la humanidad.

Algunos ateísmos, incluso, consideran la fe en un ser superior como un mal para la humanidad, la causante de multitud de conflictos e injusticias, un error y un peligro para los seres humanos, razones que esgrimen para justificar su agresividad e intolerancia frente a los creyentes.

Por los medios de comunicación social, continuamente se promueve modelos de vida que omiten de su horizonte toda referencia a una realidad trascendente.

Hay personas, todo hay que decirlo, muchas más de las que nos gustaría, que aunque se confiesan cristianas o creyentes, en la práctica viven como si Dios o las realidades de la fe no existieran, o no fueran relevantes.

En mi trabajo como educador, he venido observando las dificultades que tienen los jóvenes en recibir la Buena Noticia de Jesucristo. No sólo ha fallado la cadena de transmisión generacional, sino que además han crecido en un marco donde la fe es algo marginal. Sencillamente, en sus ambientes de origen, en sus grupos familiares, entre sus vecinos y amigos, el testimonio de la fe está debilitado, cuando no completamente ausente.

Este es, a grosso modo, el panorama actual en el que iniciamos el Año de la Fe.

Ojalá que no caigamos en la tentación de vivir este tiempo encerrados en nosotros mismos, centrados en nuestras celebraciones, quejándonos del ambiente adverso que nos ha tocado vivir, añorando otras épocas más propicias y luminosas.

Porque, recordemos, la historia siempre está preñada de oportunidades.

Vivamos el Año de la Fe como una gracia del Señor que nos reta y nos invita a caminar como sus discípulos del siglo XXI

Una oportunidad para la nueva evangelización.

Respondamos con valentía a los tiempos que corren, y a los cuestionamientos, algunos muy legítimos, que nos plantean.

No hay que tener temor. La gracia del Espíritu, prometido por Jesús, nos asiste.

Tengamos presente los desafíos de la fe en este aquí y en este ahora de la historia:

1. Vivamos la integralidad de la fe que hemos recibido: Hay que vencer la tentación de aderezarse un credo hecho a la medida de los gustos y las conveniencias de cada quien.  Hemos de conocer, aceptar y vivir íntegramente el mensaje que se nos ha transmitido, sin manipulaciones ni amputaciones que desfiguren el contenido de la Buena Noticia cristiana.

2. Vivamos la fe en diálogo con la ciencia y los problemas de hoy: Los tiempos nos exigen un talante dialogal. Que sepamos dar las razones de nuestra esperanza, como dice el apóstol Pedro, a todo aquel que nos las pida (1 Pe 3, 15). Hemos de vencer los prejuicios que intentan contraponer la ciencia o la razón a la experiencia de la fe, y para ello hemos de formarnos, prepararnos para este encuentro con las preguntas de hoy, y, sobre todo, estar atentos, escuchar y dialogar.

3. Vivamos la fe como una experiencia de seguimiento a Jesucristo: La fe no es sólo un conjunto de verdades que asumimos y aceptamos intelectualmente, es una experiencia de seguimiento a la persona viva de Jesús de Nazaret, haciendo el camino del discipulado que nos proponen los Evangelios. Para tener fe no basta con conocer los contenidos de aquello que confesamos creer, hay que encontrarse con Jesús Resucitado y seguirle, reconocerle como Señor y Salvador de nuestras vidas. Este es el testimonio que se nos pide y reclama hoy.

Qué el Señor colme al mundo en este año de grandes bendiciones, atraiga a su amor a los que se han alejado del camino, y renueve siempre la fe de su Iglesia. Amén.

6 comentarios:

  1. excelente reflexión gracias por compartir, un abrazo

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    1. Gracias, Beatriz, un pequeño aporte, para ir comenzando a caminar en sintonía con lo que la Iglesia va viviendo,...Un abrazo

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  2. Lo de los desafíos me ha llamado la atención. Me parece que debemos tener personalmente un plan de acción para responder al llamado del Papa y vivir el Año de la Fe apostólicamente. Un gran abrazo.

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    1. Así es, María Auxiliadora, me encanta tu espíritu práctico, que a veces a mi me falta ( no veas lo que me cuesta llevar una agenda)Me parece excelente, escuchar la voz del Señor a través de nuestros pastores e intentar vivir lo que a cada uno se nos pide,...Lo de los desafíos lo escribí quizás pensando en el contexto que vivo, y que me toca más de cerca,...Un saludo fraterno y gracias por tus palabras,...

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  3. Muy interesante reflexión. Llegué a este blog por la foto de fe que también encontré en otro sitio web, explicando qué exactamente es fe. Tal vez te interese:

    http://verdadyfe.com/2012/10/02/que-es-fe/

    Buen día!

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    1. Muchas Gracias por tu comentario, esto apenas ha sido una primera reflexión como para ponernos a "tono" con el tema,...Espero en este año tengamos muchas oportunidades para seguir reflexionando y profundizando en lo que significa creer en el mundo de hoy

      Un saludo, y ahora mismo voy a revisar tu enlace

      Marcelo

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