domingo, 24 de octubre de 2010

JUEGOS: En la escuela, en los grupos, en la catequesis

Soy hijo de una generación que no conoció otros juegos que los que organizabamos por las tardes, después de hacer las tareas, los chicos y chicas de mi calle, que con frecuencia eran también mis compañeros del colegio ¡ Qué tardes más divertidas, por Dios! Jugábamos a la ere, a la ere paralizada, al escondite, al fusilado, a la víbora de la mar, alé limón, al pollito inglés, a la conga, al trompo, a las metras, a la perinola, el baile del calentamiento, a las películas, a la fruta, al veo veo, al pisicorre,... Algunos tendrán otros nombres aquí en Canarias, pero seguro que también se jugaban, pues los juegos forman parte de ese acervo común de los pueblos hispanos.





Años más tarde, quizás cuando ya rondaba los 15 o los 16 años, aparecieron las primeras consolas para los videojuegos, creo que lo llamaban atari o algo así. Luego, la historia es conocida, paulatinamente con el desarrollo tecnológico de los ordenadores, el mercado se fue inundando de sofisticados aparatos para jugar: la playstation, la nintendo ds, la pcp, la wii, además por supuesto de los mismos ordenadores, con todas las posibilidades que ofrecen a la hora de pasar un buen rato dándole al ratón.

Si ya sé que puedo parecer un antiguo, alguno dirá que cómo se me ocurre comparar mis triviales juegos de niño, con la emoción de un juego de rol, entrar en un comando de la guerra de las galaxias, matar unos emoticones que caen por una pared, pasar de nivel con el come cocos, o la estrategia para sobrevivir en una selva llena de peligros. Pero, sépanlo todos, ¡me lo pasaba en grande!, y ello en el mundo real real, porque al fin y al cabo lo que acontece en el vídeojuego, sucede en ese submundo que llamamos el mundo virtual, donde hasta los más terribles peligros están programados, y los riesgos, al fin y al cabo, son mera ilusión.

He descubierto que la mayoría de mis alumnos y alumnas emplean cada día una importante cuota de su tiempo libre frente al ordenador, y no precisamente haciendo acopio de información sobre los celenterados. Juegan sin parar, se conectan al Tuenti, se meten en el Youtube, bajan música, películas. Luego sueltan el ordenador, y saltan a la play, a la pcp, al nintendo, y, de nuevo, más tarde, otro rato más en el ordenador. A menos que los padres establezcan algún tipo de control, es probable que desperdicien el tiempo que deberían dedicar al estudio, o lo que es peor, vagabundeen por páginas inadecuadas a su edad y se expongan a mil peligros, o, simplemente, se vuelvan unos adictos al ordenador.

No sé, no sé, pero me da la impresión que juegan poco, me refiero a jugar jugar, con gente de su edad, personitas de carne y hueso, en este mundo real, donde se corre, se suda, se hacen amigos, y de vez en cuando hasta nos hacemos un raspón en la rodilla.

Y es una lástima que sea así, que estén tan seducidos por el mundo virtual, que hayan descuidado la experiencia común de todos los niños y niñas del mundo: el placer, o mejor, la alegría de jugar de verdad.

Porque jugar es una experiencia que ayuda a socializar con los otros y otras, donde se aprende in situ el valor de las normas, y se descubre el sentido del equipo.

El juego enseña el valor del esfuerzo, la constancia, la lucha por lograr una meta. Se aprende a encajar los fracasos y a disfrutar las victorias. Jugando se forman los líderes, nos comunicamos, compartimos, participamos, crece nuestra creatividad e ingenio, se alivian las tensiones, y se acrecienta el sentimiento de autoestima y la motivación de logro.

Es por eso que el tiempo de Recreo en el horario lectivo, es para mí tan importante como las demás horas de clase. Privar a un grupo de alumnos del receso como una medida sancionatoria, debe ser siempre una excepción. En repetidas ocasiones he comprobado que cuando un curso no ha disfrutado del recreo, a la siguiente hora suelen tener una actitud negativa en clase.

Lo reconozco, ¡ me encanta la hora de recreo!, ¡qué felicidad ver a los chicos y chicas saltando y jugando alegres en medio del patio!

Cuando vemos un niño feliz, toda la humanidad es feliz con él. Por lo menos, así lo pienso yo.

Hablando de juegos, les presento el libro, Juegos: en la escuela, en los grupos, en la catequesis, el cual, además de exponer una base teórica del sentido de los juegos en la vida de los niños y su valor educativo, nos ofrece un buen número de juegos para que los utilicemos en nuestra actividad docente y pastoral. También se pueden usar en clase de Religión, especialmente en la etapa de Primaria.

JUEGOS: EN LA ESCUELA, EN GRUPOS, EN LA CATEQUESIS: DESCARGAR

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