¿Habla la Biblia de crisis económicas? Un simple recorrido
por las Sagradas Escrituras nos revela que, efectivamente, con relativa
frecuencia, el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar, a lo largo de su
historia, problemas de penuria económica y de escasez, con las duras
consecuencias que ello acarrea: emigraciones, situaciones de violencia y
explotación, pobreza, etc.
Quizás por el cansancio que experimento ante los discursos
vacuos de nuestros dirigentes, he decidido buscar en la Biblia alguna palabra de
sabiduría que ilumine nuestras crisis actuales. Mi mirada no es la del exegeta
especialista, ni mucho menos, sino la de un simple creyente que intenta
escuchar la voz del Señor en medio de los entresijos de la historia.
Mientras más leemos la Palabra de Dios, más vamos
adquiriendo una mirada creyente, teologal,
de los acontecimientos que jalonan nuestra existencia. Es lo que San Pablo
llama renovar la mente (Rom. 12, 2),
una transformación de nuestra manera de pensar, pues los cristianos hemos de tener
la mente de Cristo (1 Cor. 2, 16).
La historia de José, el hijo de Jacob, en Egipto
La primera parada de la travesía es el texto bíblico quizás
más emblemático sobre el tema de las crisis: el caso de José en Egipto (Gen.
37, 2 – 50).
A quienes nunca lo han hecho, les invito a leer de corrido
la historia de José, el hijo de Jacob. A través de esta narración conocemos
cómo la descendencia de Abraham se establece en el país de Egipto.
La historia es bien conocida: José, hijo de Jacob, es
vendido por sus hermanos a unos mercaderes que lo trasladan a Egipto, allí se
convierte en el mayordomo de Putifar, un alto funcionario del Faraón. Acusado
injustamente por la esposa de su amo, que pretende los amores del joven hebreo,
es encarcelado.
Mientras está en la cárcel, interpreta los sueños del copero
y del panadero del Faraón, compañeros de su infortunio. Su vaticinio se cumple
exactamente, pero es relegado al olvido.
En este contexto, el Faraón tiene un sueño singular: la
visión de siete vacas gordas y saludables, seguidas de siete vacas famélicas
que consumen a las vacas rollizas. En un segundo momento, esa misma noche, contempla
siete haces florecientes de trigo, y a continuación siete haces pobres y resecas
del mismo cereal.
En vano el Faraón llama a consulta a los sabios y entendidos
de su pueblo, nadie logra una interpretación satisfactoria del sueño. El copero
se acuerda entonces de José, quien comparece de inmediato ante el Soberano. El
hijo de Jacob le explica, por fin, el significado de su enigmática visión
nocturna:
Las siete vacas buenas
son siete años de abundancia y las siete espigas buenas, siete años son: porque
el sueño es uno solo. Y las siete vacas macilentas y malas que subían después
de aquéllas, son siete años; e igualmente las siete espigas flacas y
asolanadas, es que habrá siete años de hambre. (Gen. 41, 26-27)
En previsión de lo que Dios ha revelado a Faraón, José le
sugiere que ponga al frente del país a un hombre prudente, que sea capaz de
guardar en graneros, durante los años de
abundancia, el quinto de los víveres, y de los productos de la tierra, de tal
forma que cuando sobrevenga el hambre, la población tenga recursos suficientes
para alimentarse.
El Faraón no sólo acepta su propuesta, sino que le nombra Primer
Ministro, para que él mismo se encargue de realizar lo que aconseja, dotándolo
de plenos poderes para ello. Su política da resultado: al sobrevenir la crisis,
el país está preparado y puede afrontar la escasez sin perecer, pudiendo
incluso surtir de alimentos a otras naciones vecinas.
Básicamente esta es la historia, a continuación se inserta
el accidentado encuentro del Primer Ministro egipcio con sus hermanos, y con su
padre Jacob, quienes bajan de Canaán a Egipto en busca de alimentos.
¿Qué enseñanzas se derivan de esta bella historia bíblica?
Sin
pretender agotar su riqueza, ni mucho menos, podemos, a título de ensayo, espigar
algunas consideraciones.
Las situaciones de abundancia, y de escasez, están presentes
en la historia, y forman parte de la vida de los pueblos, razón por la cual no
deberíamos sorprendernos de su aparición en el contexto actual.
Cuando los países disfrutan de períodos de abundancia pueden
ser víctimas de una ilusión: ¡la prosperidad será para siempre! Una creencia
sumamente peligrosa que no favorece el que se tomen medidas preventivas, frente
a una posible situación de escasez.
Además, si no tenemos conciencia de lo frágil que puede
llegar a ser nuestra aparente seguridad económica, corremos el riesgo de
instalarnos en una actitud de derroche, y de irresponsabilidad, en el uso y el disfrute
de los recursos.
Cuando hay abundancia, nadie quiere escuchar hablar de ahorro,
ni de recortar gastos, ni de austeridad. Me imagino que para guardar el quinto
de las riquezas, los egipcios tuvieron que hacer algún esfuerzo, eso está
claro.
Precisamente por eso, esta historia habla de un uso racional
e inteligente de los medios económicos, especialmente en los tiempos de
abundancia. Saber administrar con sabiduría el fruto del trabajo, y la riqueza
de la tierra, con criterios de equidad y prudencia, con la humildad de saber que
mientras vivimos nunca tendremos una absoluta seguridad sobre las
circunstancias de nuestra vida.
Administrar sabiamente los recursos que Dios pone en sus
manos es un carisma del que goza José desde el principio de la narración: cuando
trabajaba a las órdenes de Putifar (39, 5 y ss.), y también en la cárcel, (39,
23). Su sabiduría como líder llega a plenitud en el ejercicio de su misión como
Primer Ministro.
Deberíamos pedir todos al Señor ese don: saber administrar
con sabiduría los bienes que nos ha confiado. Especialmente los que tienen
cargos de gobierno, necesitan este carisma.
Otro aspecto interesante que aparece en esta historia, es la
intervención directa del Estado como responsable de la seguridad alimentaria de
la población. A pesar de lo que digan los sacrosantos dogmas del liberalismo
económico, los países no pueden permanecer pasivos a la espera de que el “mercado”
arregle los problemas por sí mismo.
Sí el Faraón hubiera sido un militante del credo liberal, le
hubiera respondido a José que no intervendría en la economía del país, sino que
dejaría que el “mercado” ajustase las cosas por su cuenta, aunque la mitad de
la población se quedara en la cuneta, y pasara hambre.
Afortunadamente, no fue así.
Hoy, en Europa, sufrimos los estragos de una política de no
intervención de los Estados, ni como promotores de la actividad económica, ni
en la creación de empleo, ni en la asistencia a la población en sus necesidades
más básicas de subsistencia, ni siquiera poniendo freno a la voracidad
especulativa de los mercados financieros. Nada.
Cuando el Estado deja de cumplir su misión de defender a la
población en riesgo de pobreza, de crear las condiciones para que todos logren
vivir dignamente, y no solamente un grupito, ese Estado ha perdido su sentido
moral.
Es el reino del neoliberalismo salvaje.
Una política, como se ve, opuesta totalmente a la sabiduría
de la Biblia, y que en España ha producido 5.000.000 de desempleados, y más de 1.700.000
hogares sin ingresos.
Con la historia de José, la Palabra de Dios nos enseña que
los gobiernos han de actuar con responsabilidad de cara a la población, y servir
de garante para que el hambre y la pobreza no se instalen en ella.
Es una reflexión interesante.
No se trata de abandonar las políticas de austeridad, que
seguro también aplicó José en Egipto,
sino de recuperar el sentido social de la economía, que debe estar al servicio
del ser humano, y no en función del lucro, o de los intereses de la banca.
Es lógico que buena parte de la ciudadanía española, en la
actualidad, responsabilice a los políticos de la penuria económica que padecemos.
Hemos soportado, en estos últimos años, el peso de una dirigencia carente de una
visión sensata sobre el manejo de las riquezas del país. Algunos, no todos por
supuesto, se han aprovechado de su posición para enriquecerse, abandonando su
misión de administrar, con honestidad y prudencia, los bienes que son comunes a
todos.
Desde este relato, comprendemos la importancia de tener al
frente de la cosa pública a hombres y mujeres sabios y prudentes, de solvencia
moral, que sepan gerenciar los recursos con criterios de previsión y eficiencia.
En este sentido, José como líder es, sencillamente,
extraordinario. Administra rectamente los asuntos que se le encomiendan, y
procura la prosperidad allí por donde pasa. Es un hombre digno de fiar, con un
corazón generoso capaz de perdonar a sus propios hermanos que lo han vendido como
esclavo. No abusa de su posición para vengarse de aquellos que le han hecho
daño, ni pretende su propio interés.
Su seguridad en sí mismo es absoluta, no le dice al Faraón
lo que quiere escuchar, como hacen los aduladores de turno, sino aquello que
entiende es la verdad.
¡Ojalá tuviéramos en nuestro mundo de hoy, y en España,
muchos dirigentes como José!
Dios, el sentido último de la historia, y de sus crisis
Aunque siento que no he agotado el tema, concluyo con una
enseñanza que está en el trasfondo del relato: el sentido de los
acontecimientos en la vida de José, y que se sintetiza en una idea que repite dos
veces a sus hermanos:
Yo soy vuestro hermano
José, a quien vendisteis a los egipcios. Ahora bien, no os pese mal, ni os dé
enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de
vosotros (…) O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino
Dios, y él me ha convertido en padre de Faraón,...(Gen. 45, 4-5. 8)
Y más adelante, el mismo pensamiento:
Aunque vosotros pensasteis
hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre,
un pueblo numeroso (Gen. 50, 20)
Es decir, todas las desgracias que han ocurrido en la vida de
José: el ser vendido como esclavo por sus propios hermanos, el sufrir la cárcel
por una acusación falsa, etc., Dios las ha permitido porque esperaba obtener un
bien mayor en la vida de su siervo.
Esta convicción, que recorre toda la Biblia, me
llena de profunda esperanza.
El sentido último de nuestras crisis, y de nuestros sufrimientos,
está en Dios que conduce con amor providente nuestra vida, y que busca siempre
lo mejor para sus hijos e hijas, pues todo lo permite siempre para nuestro
mayor bien.
Que se nos conceda la fe para tener esta visión de la
historia, y de sus crisis, la misma que tuvo el israelita José, el hijo de
Jacob, el que llegó a ser Primer Ministro del Faraón. Amén.
Marcelo
Saludos desde Venezuela. Dios te bendiga varón. La Biblia dice en el libro de (Stg.1:5) "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada". Amén.
ResponderEliminarUn saludo para ti también, desde esta isla siempre recordando a mi querida Venezuela. Gracias por compartir esa cita de Santiago, la gran promesa que nos hace el Señor de hacernos partícipes de su sabiduría. Bendiciones
Eliminargracias por compartir una historia biblica emblematica como fue la de José al confiar en Dios, el nos deja un excelente legado como lo fué Jesucristo tambien
ResponderEliminarToda la humanidad esta apta para pasar por una crisis, bien sea <> <> o <> para que todos podamos reconocer que en medio de la crisis Dios, el Soberano Rey se glorificará. Tomando en cuenta lo que le pasó al Faraón mientras gobernaba, todo era una señal para que Dios trajera su reino a Egipto por medio de José.
ResponderEliminarBendiciones de lo Alto, desde Maracaibo-Venezuela
Alef-Bet Internacional